No se muy bien donde publicará este comentario mi amigo Pazuzu - Amira, pero al menos aqui aparecerá. Una "volá" respecto a los zombies. Simpático.
Zombies: ¿Y si realmente pasara?
Mi entusiasmo por zombis y demases no era muy grande: de cuando en vez veía una que otra película del ramo sin mucho interés y riéndome con los efectos y escenas de cine berreta. Sin embargo últimamente varias películas sobre estos no muertos me han llamado la atención y me han conmovido. Una de las razones es quizás por que estos seres no son producto ya de los variopintos hechizos y conjuros de un hechicero de una tribu innombrable, y cubierto de calaveras y plumas, sino que ahora son producto de experimentos científicos fallidos, que propagan plagas en las que afloran oscuras y animales intenciones, un apetito visceral por sangre y cerebros humanos, entre otras yerbas. Pero entre todas las películas que han aparecido, caló profundo en mi subconsciente “Dawn of the death”, del director Zach Snyder, y estrenada el 2004.
Al entrar a la página de la película me asombra el slogan que recibe al navegante: “una comedia romántica chocante... con zombis”. A pesar de que no estoy de acuerdo con el contenido sarcástico de la frase, si estoy de acuerdo con su descripción: Un drama en donde los muertos reviven, o los que creíamos vivos, se transforman en algo espeluznante. ¿qué haríamos si un día en la mañana nuestra hija de 6 años ya no es nuestra hija de 6 años?¿Qué haríamos si de un momento a otro comienza a convulsionar, a actuar como un animal furioso, deja de reconocernos, e intenta despedazarnos el cráneo para consumir sus interiores? Sacándole el contexto “zombi” (la última explicación que se nos ocurriría para, si es que fuese realidad, entender una situación de este tipo), podríamos plantear cientos de hipótesis: desde una enfermedad siquiátrica, hasta una posesión demoníaca al estilo “El exorcista”. Y ante esto, ¿qué hacer? Llamar a un médico, al manicomio o a un cura. Pero ¿que pasaría si esto le pasa a más de la mitad de mi barrio? ¿Y que después verificamos por la TV que le pasa a más de la mitad de Chile?.
Algo así sucede en esta película; y un argumento semejante guía otras cuantas (Resident Evil, The Dawn of the Dead, y otras de vampiros, como algunas secuelas de Blade): un mal desconocido (bacterias o viruses, extraterrestres o de gringolandia) infecta a través de la mordedura a las personas con una enfermedad que anula sus voluntades y los convierte en autómatas cuyo único propósito es devorar carne humana y, desde un punto de vista más “evolucionista”, propagar el microorganismo en la humanidad, o los huéspedes desechables.
Lo anterior, me llevó a reflexionar como este tema de los zombis despierta en el espectador los más profundos temores arraigados en la sociedad occidental desde tiempos tan pretéritos como la época de la peste negra, edad mencionada como ejemplo en la misma película. Y es que en el siglo XIV del medioevo, la situación era escalofriantemente parecida: De un lugar desconocido del bárbaro lejano y medio oriente, arriba a Europa un mal desconocido, que se propaga como el fuego en un trigal por el viejo continente protegido por siglos por las “manos” todopoderosas (e incoherentes) del Dios cristiano y por sus representantes en la tierra: el clero y el Papa. Este “mal”, de causas y características difusas, genera una psicosis colectiva alimentada por la ignorancia en la que estaba sumida Europa y por la desesperación de sus efectos – y por psicosis entiendo psicosis: alucinaciones descabelladas, tan descabelladas como la idea de que ha llegado el juicio final y aquellos infectados que vagaban por las calles inmundas de Europa eran la realización de las promesas proféticas: “y los muertos se levantarán de sus tumbas...”. Además, la peste bubónica (enfermedad que muchos consideran la real cara de la peste negra) produce en las personas fiebre y en algunos casos graves, meningitis, con las consecuentes convulsiones e incluso delirios, sin dejar de lado que se contagia a través del contacto con personas que tengan la bacteria, ya sea con su saliva (presente en tos, estornudos, o mordeduras), o con solo permanecer en la misma habitación.
Pese a que en aquellos tiempos, la peste negra no hacía que la gente se transformara en zombis ávidos de devorar a quien pasara, el paisaje no debe haber sido tan lejano a las escenas a las cuales nos tienen acostumbrados las películas del género: Cientos de personas, botadas en el suelo o caminando con ampollas de 10 cms en la piel y de color negruzco, algunos vomitando y otros convulsionando sin razón aparente, balbucenado palabras incoherentes, quejándose y gruñendo como animales por el dolor, en una Europa en ruinas devastada por hambrunas y guerras. A esto hay que agregarle los “santos señores”, autoridades políticas, religiosas y “mentales”, que indicaban que Dios había derramado su copa de plagas sobre los pecadores y herejes que se apartan de la iglesia (recordemos que esa es la época del cisma), que pregonan a los cuatro vientos que el diablo y la muerte caminaban juntos entre nosotros, corrompiendo cuerpos y cosechando almas, y que en el fondo, aquellos que morían a nuestro lado con intensos dolores eran condenados, de los cuales debíamos deshacernos a la brevedad posible para mantener puros nuestros corazones. Y todo esto por una razón simple: El fin había llegado, el Apocalipsis nos tocaba el hombro, y ahora era el momento de esperar que surgiera del mar el monstruo de 10 cabezas, 12 cuernos, y unas cuantas colas para que la profecía de Juan (probablemente un esenio como el Nazareno, al que se le pasó la mano con los alucinógenos y se puso a escribir profesías) estuviera completa...Amén.
Como se puede ver, este escenario no es demasiado lejano al “tema zombi” y en general, a la reacción humana ante cualquier catástrofe que no se puede comprender. Ejemplo es la reacción de los habitantes de Nueva Orleáns ante el Huracán Katrina: para ellos que su poderoso país viviera lo que pasa en Chile cada dos años (una catástrofe de cualquier tipo) era algo tan inentendible como para los europeos en su época las causas bacteriológicas del la peste. Las relaciones entre personas se trastocan, se debe dejar atrás hijos, padres, hermanos y amigos, pues continuar con nuestra interacción cotidiana, acercarnos simplemente con cariño a ellos o intentar salvarlos, constituye firmar nuestra sentencia de muerte.
Una vez aceptada esta realidad, solo nos queda sobrevivir. Ante un mundo asolado por el Apocalipsis, solo queda buscar algún lugar donde sus efectos sean menos notorios, donde podamos continuar con nuestra vida cotidiana, y si en la Edad Media fue en castillos aislados en las montañas, o en islotes lejos del continente, en una época como la nuestra puede ser perfectamente un Mall, mientras tenga un buen sistema de seguridad y las puertas puedan cerrarse y resistir el embate de “los otros”, esos que piden un poco de comida para morir tranquilos con su peste, o esos que ahora son “zombis”.
En un mall, tenemos todo lo que nuestra sociedad occidental considera necesario para vivir: algunos lugares con comida chatarra, minas ricas en los afiches publicitarios, televisión (o al menos un blockbuster), baños decentes, una cancha de algún juego, y sobretodo armas. Y eso precisamente es lo que pasa en “Dawn of the dead”, aliviando por unos breves minutos a los protagonistas del desastre externo. Incluso, aquel “mall fortaleza” permite mirar desde lejos el problema, y distraernos, como en esta película, jugando a “quien acierta a mas zombis en la cabeza” con nuestras armas, algo muy entretenido, considerando que da lo mismo que estos seres mueran: total... son zombis.
Hacia el final de la película, las cosas se van poniendo color de hormiga. Aludiendo a ancestrales necesidades del hombre, esta tribu del siglo XXI, apertrechada y armada hasta los dientes, comienza a preguntarse “quien más habrá sobrevivido”, “que hay más allá”. Logran establecer comunicación con otra tribu, de la cual solo queda un último sobreviviente, y con el comparten la afición de dispararle a los zombis. Sin embargo, una estúpida decisión (como siempre en las películas, de aquel que quiere arreglar el mundo) hace que este último sobreviviente se convierta en un zombi y que las defensas del Mall colapsen, ante lo cual todos deben abandonar el hogar y buscar nuevos horizontes. Finalmente, esa búsqueda lleva a la ultima frontera del siglo XV: el mar, donde permanecen un tiempo hasta que encuentran una isla en la cual se creen salvados. Pero no es así.
Por lo tanto, el nuevo giro que han tomado estos últimos años el concepto de “zombi” no es más que un reflejo de los profundos temores arraigados en el inconsciente colectivo de occidente, y despierta en nosotros emociones insospechadas y que se creían aplacadas por el pasar de los siglos. Emociones y tendencias que, como todo en los seres humanos, afloran a pesar de que pretendamos creernos correctos y racionales, a pesar de que este sea el discurso predominante en el siglo XXI.